En un hospital, con mucho dolor, sola y con miedo, me ofreció ayuda y me pidió permiso. Dijo que «algo” ocurría en su mente que generaba una conexión Espíritu a Espíritu, que no sabia cómo, pero producía la ayuda, la sanación necesaria para ese momento. Puedo decir que eso pasó. Al día siguiente los colores cambiaron, comencé a ver la Luz, llegó la esperanza. Todo se relajó y comencé a vivir la situación de otra manera.

Sigo con mi recuperación porque los milagros no existen, los milagros son la superación día a día de los tropiezos de la vida. Pero esa mano tendida no la olvidaré nunca.